jueves, 29 de septiembre de 2016

CAMINOS

“El entusiasta andador de trochas y veredas persigue algo que no siempre resulta fácil de comprender. Vadea los arroyos, sufre las asperezas del piornal, trepa por las llambrías casi verticales, con fatiga, pero seguro de si mismo y con voluntad de superación, que no de competitividad”
MANUEL RINCON, 
Andar por la Sierra de Guadarrama 1989

El camino siempre nos lleva a algún sitio distinto de donde empezamos, incluso si tomamos un camino equivocado. Nos arranca de un lugar y nos pone en marcha, ¿hacia adonde?, a veces la meta no es lo más importante, simplemente salimos de nuesta zona de confort para enfrentarnos a las inclemencias de las naturaleza, poniendo a punto nuestras armas para combatirlas: desarrollando ese especie de sexto sentido que poco a poco nos va enseñando como orientarnos. Nadie ha dicho que sea fácil: piedras, barros, señales perdidas, extravíos, inclemencias de la meterología… sin embargo, entregados a la causa del camino, no volvemos la vista atrás: buscamos una meta, un final, una luz encendida detrás de una ventana que nos indique que hemos llegado a un lugar de refugio, un collado, una cima… El camino siempre nos lleva a otro sitio, no importa lo rápido que vayamos, es cuestión de tiempo que nos abra a otro paisaje en el que tampoco permaneceremos mucho tiempo.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Sociedad para el estudio de Guadarrama


El Ventorrillo, principios siglo XX
Durante el siglo XIX se fue gestando desde varios ámbitos, y de forma minoritaria, ese volver los ojos a las montañas, alcanzando a vislumbrar que estaban allí, sentirse atraídos por ellas hasta recorrer sus intrincados rincones, y comenzar a encaramarse a sus alturas por el sólo de placer de estar allí arriba. Aquel medio hasta ese momento hostil e inhóspito se fue convirtiendo en un inmenso labotorio natural, los hombres de aquella incipiente ciencia abandonaron sus gabinetes, y se dirigieron a los lejanos montes. La naturaleza era objeto de conocimiento, de interés desde diversos campos: entomología, botánica, geología, todos ellos deben tener su apartado en una galería de ilustres precursores de nuestra sierra, y así irán apareciendo en el blog

 “Fruto directo del afán de la institución por ayudar a conseguir un mejor conocimiento de la Sierra fue la fundación en su seno, en noviembre de 1886, de la “Sociedad para el estudio del Guadarrama. Formaron su junta directiva cuatro profesores de la institución: José Macpherson, Joaquín sama, director de estudios del centro, Ignacio Bolivar y Francisco Quiroga... Los socios fundadores elaboraron una circular, con los principios y las bases de la nueva sociedad, fechada el 19 de noviembre, que se publicó al otro mes en el boletín de la institución. Era un documento sumamente interesante, en el que se exponían con singular claridad no sólo las razones que les habían llevado a constituir la nueva sociedad, sino también la opinión que compartían sobre la necesidad de mejorar el panorama intelectual español. De renovar sus formas de investigar y de enseñar, y sobre el papel fundamental que debían desempeñar las excursiones, con el conocimiento directo de las cosas que entrañaban, en ese empeño modernizador”
NICOLAS ORTEGA, paisajes y excursiones,2001

viernes, 2 de septiembre de 2016

Descubriendo la Sierra

Puente de los Franceses, siglo XIX
Es verdad que Guadarrama estaba allí, como una muralla montañosa que separaba en dos la planicie castellana. Pero aquellas montañas eran vistas como una frontera, un obstáculo a superar, un territorio inhóspito lleno de personas marginales que era conveniente evitar.

Durante el siglo XIX esa mentalidad fue poco a poco cambiando, gracias a las ideas que llegaban de Europa que fueron gestando el descubrimiento del Alpinismo. Las miradas se fueron depositando en nuestras montañas también de otra forma, con distinta intención. Y desde diferentes intereses: proyectos científicos, principios estéticos, una cultura de retorno a la naturaleza... se fueron descubriendo, regresando a ellas, recorriendo sus caminos, trazando o renovando las viejas sendas.

En sucesivas entradas, etiquetadas como "pioneros", voy a recordar a aquellos que dieron por ellas los primeros pasos, rescatándolas de su olvido secular. Ese lento proceso por las que dejaron de ser un "accidente geográfico" para ser contempladas y vividas como elementos esenciales de un nuevo paisaje cultural, el guadarramismo, si nos referimos a nuestra Sierra más cercana.

Puerto del Leon, siglo XIX
 “El tranvía ha comenzado a caminar lentamente; poco a poco la marcha aumenta; crece el estrépito de maderas viejas y herrumbres. Pasamos primero a lo largo de la fila de merenderos; los organillos lanzan sus notas joviales y claras, a la izquierda, por encima de las techumbres, por entre el ramaje, aparecen las riberas del Manzanares. Ya hemos pasado bajo el puente de los Franceses; una larga alameda de olmos enormes se abren ante nosotros, los troncos rugosos aparecen, a trechos, manchados por los verdes líquenes; las ramas finas, desnudas, se cortan en el añil radiante. Todavía el boscaje limita el horizonte; aún no ha aparecido ante nosotros la perspectiva grande y severa del viejo campo castellano. Pero los árboles de la alameda van desapareciendo; atrás queda el boscaje gris, pardo, negruzco, de olmos y de plátanos; el tres asciende por un suave terreno...

Y de pronto, ante nosotros, ávidos de empaparse en la hermosura del paisaje, aparece una inmensa llanura de verde oscuro, con entonaciones de azul intenso, rojiza, de un rojo profundo a trechos, amarillenta, de un sombrío amarillo en otras partes...a lo lejos, en la remota línea del horizonte, aparece, al otro lado de una loma negruzca, una larga pincelada menos negra, menos austera; más arriba, por encima de esta línea aparece ya, cerrando en definitiva el horizonte, el telón azul del Guadarrama, con sus cresterías nevadas, nítidas, luminosas, irradiadoras...”
AZORIN (cit. NICOLAS ORTEGA, paisaje y excursiones)