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Puente de los Franceses, siglo XIX |
Es verdad que Guadarrama estaba allí, como una muralla montañosa que separaba en dos la planicie castellana. Pero aquellas montañas eran vistas como una frontera, un obstáculo a superar, un territorio inhóspito lleno de personas marginales que era conveniente evitar.
Durante el siglo XIX esa mentalidad fue poco a poco cambiando, gracias a las ideas que llegaban de Europa que fueron gestando el descubrimiento del Alpinismo. Las miradas se fueron depositando en nuestras montañas también de otra forma, con distinta intención. Y desde diferentes intereses: proyectos científicos, principios estéticos, una cultura de retorno a la naturaleza... se fueron descubriendo, regresando a ellas, recorriendo sus caminos, trazando o renovando las viejas sendas.
En sucesivas entradas, etiquetadas como "pioneros", voy a recordar a aquellos que dieron por ellas los primeros pasos, rescatándolas de su olvido secular. Ese lento proceso por las que dejaron de ser un "accidente geográfico" para ser contempladas y vividas como elementos esenciales de un nuevo paisaje cultural, el guadarramismo, si nos referimos a nuestra Sierra más cercana.
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Puerto del Leon, siglo XIX |
“El tranvía ha comenzado a caminar lentamente; poco a poco la marcha aumenta; crece el estrépito de maderas viejas y herrumbres. Pasamos primero a lo largo de la fila de merenderos; los organillos lanzan sus notas joviales y claras, a la izquierda, por encima de las techumbres, por entre el ramaje, aparecen las riberas del Manzanares. Ya hemos pasado bajo el puente de los Franceses; una larga alameda de olmos enormes se abren ante nosotros, los troncos rugosos aparecen, a trechos, manchados por los verdes líquenes; las ramas finas, desnudas, se cortan en el añil radiante. Todavía el boscaje limita el horizonte; aún no ha aparecido ante nosotros la perspectiva grande y severa del viejo campo castellano. Pero los árboles de la alameda van desapareciendo; atrás queda el boscaje gris, pardo, negruzco, de olmos y de plátanos; el tres asciende por un suave terreno...
Y de pronto, ante nosotros, ávidos de empaparse en la hermosura del paisaje, aparece una inmensa llanura de verde oscuro, con entonaciones de azul intenso, rojiza, de un rojo profundo a trechos, amarillenta, de un sombrío amarillo en otras partes...a lo lejos, en la remota línea del horizonte, aparece, al otro lado de una loma negruzca, una larga pincelada menos negra, menos austera; más arriba, por encima de esta línea aparece ya, cerrando en definitiva el horizonte, el telón azul del Guadarrama, con sus cresterías nevadas, nítidas, luminosas, irradiadoras...”
AZORIN (cit. NICOLAS ORTEGA, paisaje y excursiones)